Hanumakka

Tengo 40 años y vivo en Nelagonda, en el área de Guntakal, en la región de Uravakonda. Estoy casada con Vannurappa y ambos pertenecemos a la casta de los dálit, también conocida como “los intocables”. Mi marido aún recuerda cuando él y su familia fueron tratados como esclavos por el simple hecho de ser muy pobres.

Tenemos tres hijas y dos hijos. Hace poco que tuvimos que unir en matrimonio a dos de mis hijos mayores, Mallakka de 19 años y Venkatesulu, de 24. Ellos no han tenido la misma suerte que sus hermanos menores, que han asistido a la escuela, ya que tuvieron que ayudarnos en las labores del campo y el cuidado de los animales, sobre todo cuando me quedé embarazada. 

Antes vivíamos en una pequeña choza, en condiciones muy precarias e inseguras. Las paredes eran de barro; el techo de hojas de palmeras, palos de bambú y demás vegetación, y era muy pequeña. Como estaba a ras de suelo en época de lluvias se inundaba y nuestras pocas pertenencias se estropeaban y no se podían usar, sin contar con la insalubridad que esto provocaba. 

Solíamos salir mucho alrededor de la choza, pero pasábamos muchas noches sin dormir ya que las picaduras de escorpión son muy frecuentes en nuestra zona. También nos asustaban las serpientes que se deslizaban entre el bambú.

En el año 2006 fui una de las beneficiarias de un proyecto de construcción de viviendas. Tuvimos la suerte de conseguir el terreno que el gobierno ofrecía y más aún cuando conseguimos la ayuda económica para poder llevar a cabo la construcción de nuestra nueva vivienda. 

El resto de mis hijos no solo han podido asistir a la escuela, sino que además mi segunda hija, gracias a sus buenos resultados, está asistiendo a su curso preuniversitario en un centro de Guntakal. Si sus resultados son buenos podrá acceder a la universidad, lo que es un sueño a veces inasequible para la gente humilde.